Es Buenos Aires. Son las seis de la tarde y estoy en un bar de Corrientes y 9 de Julio, en el piso de arriba. Desde ahí saco las fotos. Hay algo en Buenos Aires que me produce fascinación. Casualmente en esa esquina, además de en todas las demás, hay algo particular. Un martes a la mañana, a las ocho, cruzo la 9 de Julio, paso por la Plaza de la República. Pasan mil autos y mil personas a mi alrededor, siempre una obra cerca, empleados arreglando una de las mil plazoletas, gente entrando y saliendo del subte, las combis del sur, las combis del norte, la cantidad impresionante de actividad, y escoltando ese espéctaculo las moles de cemento y vidrio llenas también de gente y trabajo, mirando desde lejos y desde cerca. Es una cosa tan increíble que me paro y me quedo mirando. Creo que esa esquina a las ocho de la mañana es uno de los mejores lugaresmomentos que conozco. O en esa misma hora y lugar, tomar un café en el McCafé o en el bar de la esquina (desde donde saqué las fotos, a las seis de la tarde).
Microcentro a la tarde. Medrano y Corrientes. El Abasto. Plaza Italia. El Congreso. Hasta Once, por Dios. No lo puedo entender, pero si en este momento me dan a elegir, me mudo a pleno centro, y no sólo para estar cerca. Hay algo tan antidepresivo en ese exceso de actividad... la gente no para de moverse y caminar. Y pararse junto al Obelisco te permite mirar al norte y al sur, y (re)descubrir que podés caminar y caminar sin dejar la ciudad. A pesar de todo (un todo que no voy a explayar) la ciudad me vuelve loco y me pide decirle a la tranquilidad de los pueblos no te quiero ver. Estoy prácticamente todos los días de ocho, nueve de la mañana hasta nueve de la noche en Buenos Aires, y lo único que me acompaña en todas esas horas (sin excepción), es ella misma. Es un amor irremediable. El (1) del título me permite fantasear con dedicarle en un futuro más de mi tiempo.
Microcentro a la tarde. Medrano y Corrientes. El Abasto. Plaza Italia. El Congreso. Hasta Once, por Dios. No lo puedo entender, pero si en este momento me dan a elegir, me mudo a pleno centro, y no sólo para estar cerca. Hay algo tan antidepresivo en ese exceso de actividad... la gente no para de moverse y caminar. Y pararse junto al Obelisco te permite mirar al norte y al sur, y (re)descubrir que podés caminar y caminar sin dejar la ciudad. A pesar de todo (un todo que no voy a explayar) la ciudad me vuelve loco y me pide decirle a la tranquilidad de los pueblos no te quiero ver. Estoy prácticamente todos los días de ocho, nueve de la mañana hasta nueve de la noche en Buenos Aires, y lo único que me acompaña en todas esas horas (sin excepción), es ella misma. Es un amor irremediable. El (1) del título me permite fantasear con dedicarle en un futuro más de mi tiempo.
3 comentarios:
Excelentes fotos. Muy bueno como siempre, Luciano.
Che! Perdon por tomarme tanto tiempo. Intente postear en un momento desde el laburo pero tenia que tomarme mas de 5 minutos para ver lo de la cuenta de wordpress y la verdad no hice tiempo mientras mi supervisor no me veia...
Bueh, lo que queria comentar es que a mi tambien me atrae mucho el paisaje urbano, pero no tanto el atardecer (que me deprime un poco) sino la noche. Hay un no se qué al prender TN a las 11 de la noche y escuchar a Lapegüe tratándote de amigo que me pone una sonrisa en la cara. El ir y venir de los autos, las luces, la (relativamente poca) gente caminando por la calle... Durante el día me deprime un poco la ciudad, pero a la noche me gusta bastante. Debe ser porque estoy acostumbrado a manejarme en esos horarios (en el colegio y ahora en el laburo) :D
que extraña visión acerca de la ciudad, te lo cambio por un poco de tranquilidad que solo se consigue alla lejos.
aca ciudad.
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